Autor: JULIO MARCELO BRITO ALVISO | 06/11/2018
Si bien los autobuses recorren al día 200-300 km diarios, lo hacen siempre repitiendo la misma ruta, la cual comprende una longitud entre 15 a 20 km generalmente. “Es así que se instalan baterías para cumplir con autonomía suficiente para la operación con un margen de seguridad, permitiendo así minimizar el volumen, peso y costo de baterías a bordo, conservando el espacio para transporte de pasajeros”, señala Jorge Suárez, asesor en Electromovilidad y Sistemas de Transporte, Volvo Buses México.
Las nuevas generaciones de baterías permiten autonomía de recargas entre 80 y 150 km. Lo ideal es cargar los autobuses por el tiempo disponible durante la noche e ir haciendo recargas cortas en terminal durante la operación. Esta metodología es apropiada para operaciones intensas, de corto intervalo y horarios de servicio extendidos.
“El procedimiento de recarga rápida no se hace a través de enchufes, sino a través de estaciones de recarga rápida que tienen un mástil y un brazo mecánico (pantógrafo) que entra en contacto con rieles en el techo del autobús para la transmisión de electricidad en corriente directa, indica el analista.
Los autobuses eléctricos se clasifican de acuerdo a su tipo de tecnología que funcionan con propulsión eléctrica, mismos que han evolucionado progresivamente para adaptarse a los retos de servicio y sustentabilidad del transporte público. En ese sentido, los autobuses de recarga rápida ofrecen la mejor combinación en términos de operatividad y costo/eficiencia, siendo así, podemos clasificarlos en tres grandes categorías:
Al hacer un recuento de la opciones de autobuses eléctricos Jorge Suárez recurre al trolebús se alimenta a través de un brazo mecánico mediante la electricidad de cables aéreos (catenaria). En Europa fueron sus inicios, donde aprovechaban las catenarias existentes para los tranvías, permitiendo ampliar el servicio a zonas periféricas sin necesidad de rieles. Su crecimiento fue progresivo, hasta estar consolidados en el mercado global los autobuses con motores a combustión debido a los bajos precios del petróleo, y a la mayor disponibilidad y flexibilidad operacional.
No obstante, los antiguos trolebuses usados fueron comprados por ciudades en otros países, como hicieron la Ciudad de México y Guadalajara entre los 1950s y los 1970s con flota de Estados Unidos. A pesar de que aportaban beneficios particulares de la propulsión eléctrica, como la ausencia de emisiones y la operación silenciosa, la dependencia de las catenarias, la dificultad para desviarse de su trazo original y las frecuentes descomposturas, han ocasionado que su popularidad disminuya.