Autor: JULIO MARCELO BRITO ALVISO | 10/03/2021
JULIO BRITO A.
La industria automotriz es una combinación de liderazgos y trabajo en conjunto a gran escala. Es como el futbol americano, en donde la suerte del equipo está en el brazo del quarterback. La historia registra personajes épicos, que hicieron época en su tiempo, como Henry Ford, con su innovación de ensamble en línea, imitando la manera cómo se destazaba una res vía una línea de producción. Lee Lacocca, un migrante italiano que creó el Mustang deportivo para Ford y tuvo tiempo de salvar de la quiebra a Chrysler. Ninguno de las grandes figuras tuvo un camino fácil, porque es complicado operar al interior de las armadoras, donde son consorcios enormes, de mucha gente bien preparada. Sobresalir requiere de esfuerzo, pero sobretodo de talento y liderazgo.
Y es aquí en donde reflexionamos sobre una figura excepcional: Carlos Ghosn, que dirigió a Renault, luego sumó a Nissan, que a finales del siglo pasado los salvó de la quiebra y la regreso a ser una de las empresas automotrices más eficientes y promisorias. Creó un consorcio mundial al tener en una mano a Renault y en la otra a Nissan. Las conjuntó, pero además de ser un administrador brillante fue visionario.
Recuerdo hace más de diez años Ghosn impulsó el auto eléctrico e inteligente. Muchos testimonios de sus paseos por el Silicon Valley anunciando que el mundo iba a ser de vehículos cero emisiones y fue congruente al construir el primer vehículo eléctrico en serie, el Nissan Leaf, que actualmente cumple once años y está en su segunda generación, mientras que la gran mayoría de las marcas apenas hacen planes para el lanzamiento de su primer eléctrico.
No me queda la menor duda de que Ghosn, estandarte de la globalización, no cabía en el nacionalismo de Nissan, en donde le tendieron una trampa para acusarlo de malversar fondo por cantidades ridículas. Ghosn en este momento tendría al consorcio Renault-Nissan-Mitsubishi, al cual integro en los últimos años de su presidencia, en la primera línea de innovación mundial, porque sabía cuál era el futuro de la movilidad.
Las grillas y trabas que se gestaron al interior de Nissan en Japón lo sorprendieron y desgraciadamente hoy es un proscrito, pero ha sido bumerang en contra de la marca japonesa. Vemos un Volkswagen que está muy agresivo con la producción a gran escala de autos eléctricos, General Motors despertó y en poco tiempo sumara dos modelos y Renault-Nissan-Mitsubishi hacen lo que pueden y anuncian once años después un segundo modelo SUV cero emisiones, la Araya.
Con Ghosn como quarterback Renault-Nissan-Mitsubishi en estos momentos estaría en la punta de las marcas, lanzando propuesta y modelos inteligentes y eléctricos; sin embargo, la guerra intestina, un absurdo nacionalismo japonés de sacar de la jugada al gran presidente de Nissan, los llevo a una situación de indefinición y atraso, perdiendo la oportunidad de hacer historia. Nissan hoy puede tener una administración bien disciplinada, en orden, pero sin talento no hay grandeza.
Nissan debe lamentar haber acusado a Ghosn, porque son garbanzos de a libra, no se consiguen a la vuelta de la esquina, aún con millones de dólares en la bolsa. Nissan ha perdido mucho más millones de dólares y liderazgo mundial sin Ghosn, un hombre de su tiempo, que nació en Líbano, se nacionalizó francés, luego estadunidense y japonés. Quizás esa chispa que generan las mentes brillantes no caben en sociedades tan tradicionales y cerradas como la nipona. Seguramente en Estados Unidos, ya tendría un monumento o de menos una calle con su nombre.
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