Autor: admin | 26/01/2017
Por Julio Brito
La industria automotriz de Estados Unidos, entre las que destaca Chrysler, General Motors y Ford viven la extorsión del presidente Donald Trump. Con expresiones grotescas decidió fabricar una realidad a modo y gusto de sus ideas, entre las que destaca que México “robó” empleos vía Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Las automotrices atrapadas entre la espada y la pared terminaron por ceder bajo el principio de “cooperas o cuello”.
Claro, que con el poder que da ser presidente del país más poderoso de la Tierra, puede crear su fantasía con miles de millones de dólares. El show tiene un precio y Trump sabe que deberá pagarlo, porque anunció condonación de impuestos, reducción de trámites y normas ambientales laxas.
En México sabemos que los subsidios y subvenciones tienen un costo y la Reserva Federal alertó a Washington que la endeble recuperación de Estados Unidos se podría ver amenazada por un incremento y descontrol de deuda. La regla es que si Trump subsidia a automotrices tendrá que hacerlo con toda la cadena productiva y el resto de sectores pedirá igual trato, porque si de chantaje se trata, amenazaría con invertir en México.
La pasada crisis automotriz de Estados Unidos se debió al sueño de ser los más grandes y mejores. General Motors acumuló pérdidas superiores a los 50 mil millones de dólares en dos años. Al final llegó el rescate que debieron pagar los estadunidenses vía impuestos.
Hoy, se repite la historia. El riesgo es saber si realmente la industria y Estados Unidos pueden soportar los recortes de impuestos. De no tener una base, estarían en arenas movedizas y tarde que temprano los errores se pagan. El problema de Estados Unidos no es comercial, como lo quiere ver Trump, sino de competitividad y se llevará a la marcas de casa entre las patas. Hay que recordar que ninguna de las automotrices de EU se ubica como las que más venden en el mundo. Primero está Volkswagen y luego Toyota.
