Autor: admin | 26/01/2017
Admitámoslo, la generación pasada de KIA Rio era el auto que te comprabas porque te convenía, pero nada más. Ni al volante ni a la vista había algo que te convenciera desde el corazón; el coche hacía el trato directo con tu cabeza: te estás llevando todo esto a casa por un precio atractivo y con siete años de garantía. Te convengo. La nueva generación, que llega a México como modelo 2018, nos cuenta una historia distinta.
El KIA Rio 2018 evolucionó. Mantiene un el balance entre equipamiento y precio, como buen coreano, pero también añade la palabra diseño a la propuesta. Es un Rio al que te acercas porque te llama la atención, no sólo porque te han contado que es una buena compra. Vamos, que al niño listo de la clase le está cayendo bien la pubertad, y viajamos a Monterrey someterlo a prueba.
El nuevo KIA Rio es un hatchback chapado a la europea
Es verdad, sigue siendo coreano, pero hay alguien en KIA inyectándole genes europeos a los últimos modelos de la marca. El nuevo Rio sigue esta tendencia, y es lógico: cuando toca competir contra modelos concebidos por SEAT, Volkswagen, Ford de Europa y Peugeot, lo único que queda es vestirse como ellos.
Y así, desde el ángulo del que se le mire, el nuevo Rio pasa como cualquier otro hatchback del Viejo Continente. Su mirada es agresiva y se enfatiza con el dibujo de los LED, muy al estilo de un hatchback premium; las enormes tomas de aire en la fascia y las líneas de estilo que recorren la cintura y la tapa de la cajuela lo hacen ganar carácter. Te guste o no, por lo menos admites que ha habido una fuerte apuesta por el diseño.
Sus dimensiones permanecen muy parecidas a la generación pasada. Crece apenas 1.5 cm a lo largo (en total mide 4,065 mm) y 0.5 cm a lo ancho y a lo alto. No diremos que es amplio, porque ningún subcompacto —más que el Honda Fit— merece tal calificativo, pero sí acomoda bien a cuatro pasajeros, con suficiente espacio para cabeza, aunque algo limitado para piernas y hombros si los pasajeros son altos. La cajuela brilla por su capacidad de 493 litros.
Según nos cuenta la gente de KIA, las unidades que manejamos eran preseries y únicamente se produjeron para esa prueba de manejo. Aun así, la calidad de armado es sorprendente. Apenas notamos ciertas vibraciones provenientes de la zona de la pantalla central y del poste B del lado del copiloto. Los ajustes de los materiales se notan sólidos en general. Bien.
La selección de materiales nos parece muy bien resulta. Es cierto, todos los plásticos son duros, pero la combinación de colores y texturas crean un tablero bastante atractivo. Nuestra única observación en este apartado es acerca del plástico que recubre la parte superior del tablero, es más brilloso de lo que nos gustaría y crea reflejos en el parabrisas, que sólo pudimos eliminar con lentes de sol polarizados. Común en el segmento.
Al volante, el KIA Rio es un subcompacto muy virtuoso que pide a gritos una versión deportiva
Dejemos de lado lo que podemos notar a simple vista, y hablemos de aquello que sólo descubrimos tras varios kilómetros al volante. La generación pasada era muy cómoda, pero no muy brillante a la hora de transmitir sensaciones al conductor. No estaba obligada a hacerlo, pero nos hubiera gustado. El nuevo modelo cumple con este capricho. Es más, nos atrevemos a decir que su conducción es la mejor del segmento. Nos explicamos.
Encontrar la posición de manejo es fácil y rápido. Una vez que lo echamos a andar, lo primero que salta a nuestra atención es la puesta a punto de la suspensión. Hay cierto sabor deportivo en su actuar. Evidentemente, el nuevo Rio no es un hot-hatch, ni por chasis ni por prestaciones, pero la suspensión pisa ligeramente más firme que la media del segmento, sin penalizar en lo absoluto la comodidad, y las llantas de perfil 45 y rin 17 contribuyen a crear esta sensación. Y nos gusta.
La ruta fue demandante para el auto. Salimos de Monterrey rumbo a Saltillo por la autopista, pero tomamos una desviación que nos llevaría hacia Arteaga, Coahuila, para llegar hasta La Ciénega de González, nuevamente en Nuevo León. La carretera estaba repleta de curvas —y paisajes— dignas de una etapa del WRC. El KIA Rio, pese a su tendencia natural al subviraje, inclina la carrocería menos de lo esperado y entra con aplomo. El chasis es capaz de soportar lo suficiente antes de que intervengan las asistencias; cuando actúan, lo hacen de manera sutil. Corrigen sin entrar abruptamente.
LA DESTREZA DEL CHASIS NOS INVITA A PENSAR UNA SOLA COSA: QUEREMOS UN KIA RIO GT, AL NIVEL DE UN FIESTA ST.
En situaciones tan exigentes, la dirección nos dejó un buen sabor de boca. Continúa ofreciendo un tacto artificial, pero está mucho mejor resuelto que la generación pasada. Ahora se percibe más rápida y obediente. Su asistencia eléctrica facilita las maniobras en entornos urbanos; en carretera, un tacto más duro favorecería la sensación de control. Aun así, cumple. Es un subcompacto y debemos juzgarlo como tal.
Mucho se ha hablado acerca del nuevo motor, que es menos potente que el de la generación que deja atrás. Después de manejarlo, no lo vemos como un retroceso. El Rio anterior necesitaba girar a altas revoluciones para hacer gala de su potencia; a un rango normal, entre 1,500 y 3,000 rpm, el nuevo motor de 1.6 litros, de 121 hp y 111 lb-pie de torque, responde muy parecido. Es justo por arriba de las 4,500 rpm cuando notaremos ese recorte en potencia, aunque la diferencia tampoco es tan significativa. Para la mayoría de las circunstancias, sus cifras son suficientes. No podemos hablar de consumos, porque los 8.33 km/l que obtuvimos fueron tras conducir cuesta arriba y casi siempre con el acelerador a fondo. Sólo al entrar y salir de la ciudad fuimos debajo de 4,000 rpm.
A partir de ahora, el nuevo Rio también se puede pedir con transmisión automática de seis velocidades. Los cambios están programados para buscar siempre el ahorro de combustible, pero en cuanto hundimos el pie en el acelerador, no duda en retroceder una o dos marchas para aumentar las revoluciones. Efectiva.
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