Autor: JULIO MARCELO BRITO ALVISO | 26/08/2019
A prácticamente una semana que Ernesto Hernández entregue la presidencia y dirección general de General Motors de México a Francisco Garza, tras 40 años de trabajo y 8 años al frente de la gran corporación, escucho y leo comentarios, con la finalidad de valorar el desempeño del alto ejecutivo, considerado especialmente duro entre sus colaboradores, pero al final muy humano.
Se dice que General Motors perdió el liderazgo de ventas. La realidad es que la intensa competencia ha pulverizado participaciones, no sólo de GMM, sino también del líder Nissan, que en cosa de tres años perdió cerca de 5 por ciento de participación de mercado bajo la batuta de Mayra González.
La labor de Ernesto Hernández es más profunda, porque heredó una compañía que a nivel global estaba en quiebra. El expresidente Barack Obama tuvo que entrar al rescate y la principal repercusión en México fue el deslizamiento de General Motors a segundo lugar, pero a como se presentaron las cosas la verdad es que fue una proeza administrar el impacto, de tal suerte que le salió barato, gracias al liderazgo de Ernesto Hernández, que conocedor del mercado, pudo mantener la ruta de crecimiento. Ya ven ustedes a Grupo Chrysler, que también sufrió la misma recesión del 2009 y actualmente está abajo del 5 por ciento de participación de mercado. ¡Eso sí es crisis!
Entre 2007 y 2008 se desató una guerra por participación de mercado. Las marcas, cualesquiera que sean sus nombres, vendieron autos con incentivos para mejorar sus números. Después de la crisis se comprendió que no sólo había que vender autos, sino también ganar dinero.
Ernesto Hernández encabezó una operación exitosa y rentable, aún con el segundo lugar en ventas. En 2016 ofertaron 308,624 unidades, lo que es un récord histórico para la marca y en los ochos años al frente colocó un millón 949 mil 875 unidades en el mercado mexicano. Trajo de cualquier parte del mundo vehículos que se adecuaban al mercado nacional, de China, Corea del Sur, Europa y Estados Unidos.
En México le correspondió ser embajador de las inversiones de General Motors, en pleno florecimiento del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Cuidó, negoció y representó ante el gobierno de México inversiones superiores a los 10 mil millones de dólares en esos 8 años. Luchó por las plantas de San Luis Potosí, Guanajuato y Coahuila e hizo las gestiones necesarias para aterrizar modelos de ultima generación, como sucede actualmente con la Terrain, que se ensambla en San Luis Potosí.
Egresado del Politécnico Nacional recuperó sus orígenes y firmó convenios con el IPN de tal suerte que gran parte de los 2 mil ingenieros del Centro Tecnológico de Toluca son ingenieros del poli.
La realidad es que Ernesto Hernández deja muy alta la vara a ser superada por Francisco Garza, quien tendrá otras tareas, como los cambios tecnológicos, las guerras comerciales y el proteccionismo del presidente Donald Trump, que tiene altas posibilidades de reelegirse, pero eso será otra historia.
No hay, en la memoria de ejecutivos mexicanos de la industria automotriz, una trayectoria tan exitosa como la de Ernesto Hernández.
