Autor: JULIO MARCELO BRITO ALVISO | 10/04/2019
El Volkswagen Beetle fue un auto revolucionario, que marco tendencias a finales de la década de los 90s. Las primeras pinceladas se dieron en 1994, con el llamado Concept One, madurando año con año, hasta que en el Auto Show de Detroit de 1998 se lanzó la versión para producción en serie en medio de un escándalo publicitario. Los periodistas cruzamos prácticamente Estados Unidos de costa a costa para reportar el gran cambio, encabezado por Ferdinand Karl Piëch, el presidente de la corporación, bajito de estatura, pero con un carácter recio, más allá de la media alemana. Recuerdo que lo vimos por primera vez en dunas de la costa Oeste en California y terminamos en el stand de Volkswagen en el Auto show de Detroit.
El New Beetle, así llamado en su primera generación no sólo rompió moldes por su diseño simpático. Muchos expertos consideraban que era casi imposible hacer una versión moderna del antiguo escarabajo. El reto fue global. El diseño se hizo en los estudios de Volkswagen en Los Ángeles, pero la mecánica en Alemania. El reto fue colocar el motor en un área reducida, que lo llevo a tener un enorme tablero al frente. Pero de que entró, entró.
La planta de Puebla, México fue seleccionada para su producción. Luego de 20 años se ensamblaron más de 1.7 millones de unidades para todo el mundo. Aunque debemos de reconocer desde un principio se pensó en que Estados Unidos era el gran mercado y leímos reportajes sobre la potencia y simpático que era el New Beetle. Recuerdo al frente en el tablero tenia un pequeño espacio a manera de florero para colocar una margarita, esa flor al centro amarilla con pétalos blancos.
Desde esos primeros días se empezó a colocar en Estados Unidos en un segmento de mercado de gente joven. No era para las nostálgicas generaciones, que tuvieron un Escarabajo y querían recordarlo, sino de las nuevas oleadas de universitarios, que encontraron un auto “cool”, simpático y de buen desempeño.
En cada país tuvo su propia interpretación. Me llamo la atención, que en aquella época fue considerado en Francia como un auto para Gays y en otras, como Brasil, un vehículo que rayaba en el segmento de superlujo.
Ya en la segunda generación 2002 se olvido el nombre de New y sólo quedó Beetle. Fue tan perfecto el diseño, que al igual que su antecesor nunca cambio de fondo. Algo la parte delantera y luego versiones con motores potentes, hasta con un alerón para la 3.2 RSI, que superaba los 250 caballos de fuerza, para sostenerlo bien anclado al pavimento.
Fue tal el impacto, que generó una ola de revivir viejos modelos exitosos. Fiat presentó la nueva generación del 500, en un lanzamiento en Italia considerado épico y espectacular. Los ingleses más frio tomaron el Mini e hicieron una nueva versión, que hasta la fecha sigue evolucionado, más del desempeño, que de su diseño.
También las marcas estadunidenses se sumaron a la ola. Por ejemplo, Ford lanzó el Thunderbird, un descapotable, que corrió con poca suerte y General Motors, a través de su marca Chevrolet lanzó el HHR y años después el Pontiac presentó el convertible Solstice en 2004, que para muchos era un éxito asegurado, pero que duro pocos años debido a la crisis del 2009. Chrysler lanzó en el 2000 el P/T Crusier, un vehículo de diseño conservador, que duró 10 años en producción en versiones hatchback -hoy le diríamos SUV- y otra descapotable de dos puertas, ambas producidas en México. En aquella época en nuestro país impacto el Peugeot 208 CC, porque su capote era electrónico y se abría y cerraba de manera automática, su máxima gracia, porque su motor decepcionó, le decían el bello Antonio, porque era hermoso, pero impotente.
Hoy, gran parte de los modelos de aquella época desaparecieron o van en franca retirada, como es el caso de Beetle. Algunos intentan sobrevivir y brincar hacia la electrificación, como es el caso del Fiat 500 en versión eléctrica; sin embargo, hoy la industria está en un momento de disrupción, hacia vehículos inteligentes y eléctricos, pero espaciosos y cómodos como las SUV y las crossover.